Salema Masha logró salvar a sus cinco hijos de la secta religiosa de Kenia, en la que murieron de hambre más de 200 personas, con la idea de llegar al cielo.
La esposa de uno de los ayudantes del autoproclamado pastor, Paul Mackenzie Nthenge, huyó del bosque de Shakahola, en la costa sur del país africano. Una vez a salvo, contó su testimonio a la BBC.
El historial de Mackenzie
Si bien la “masacre de Shakahola” ocurrió este año, la historia de Mackenzie trae antecedentes llamativos desde 2003. En ese año, el “pastor” abrió la Iglesia Internacional Buenas Noticias.
Afirmaciones sobre el rechazo a los tratamientos médicos y que los niños no debiesen ir a la escuela, llamaron la atención de la policía en más de una ocasión.
Ya en 2019, el hombre cerró el templo e invitó a sus seguidores a mudarse con él a Shakahola. “Una nueva Tierra Santa”, en sus propias palabras. Entre quienes aceptaron el llamado, estuvo el esposo de Salema.
Así, la comunidad se trasladó y el suicidio masivo comenzó en enero de este año. Según relata Salema, Mackenzie les llevaba diciendo hace ya un tiempo que el mundo estaba por llegar a su fin.
Al igual que muchos, Salema siguió instrucciones y empezó a ayunar para “llegar al cielo”. La mujer afirma que el “pastor” era explícito en la orden, durante las reuniones semanales de los sábados.
Según cuenta a la BBC, al principio el líder de la secta de Kenia cavó pozos de agua en el bosque. “Nos dijo que esperáramos a Jesús, y esperamos. Pero luego, de repente, nos dijo que debíamos ayunar e ir al cielo”, recuerda.
A quienes cuestionaban la orden, les dijeron que si retrasaban su muerte, la puerta del cielo estaría cerrada. No habría cupos.
Escuchó una voz
Tras siete días de ayuno, Salema se detuvo. Cuenta que escuchó la voz de Dios, quien le decía que esa no era su voluntad y que aún tenía trabajo que hacer en el mundo.
A su alrededor morían y morían niños. Otros sobrevivientes de la secta aseguran que Mackenzie ordenó que los menores tenían que irse primero, luego los solteros, las mujeres y los hombres. En último lugar, estarían los líderes de la iglesia.
Es más, incluso se alentaba a aplicar la fuerza física si los pequeños manifestaban complicaciones con el ayuno.
“Cuando el niño lloraba o pedía comida o agua, nos decían que tomáramos una caña y lo golpeáramos para que se fueran a comer al cielo”, detalla Salema.
Así las cosas, decidió escapar. “Dije: ‘no puedo seguir con esta situación, no puedo comer mientras mi hijo se muere de hambre’. Me dije a mí misma, ‘si me siento tan mal cuando ayuno, ¿qué hay de mi hijo?’, recuerda.
“Buen samaritano”
Fue un día en que el esposo de Salema salió a trabajar que la mujer vio la oportunidad de huir con sus hijos. Según una amiga de ella, el seguidor de Mackenzie, ayudaba a enterrar a los muertos de la secta. Tras un tiempo, obligó a su familia a ayunar.
“Mis hijos ayunaron durante cuatro días sin comida ni agua, y estaban llorando (…) Entonces, cuando vi que estaban tan débiles, les di agua y me dije que no podía permitir que mis hijos murieran”, explica Salema.
Según el citado medio, gran parte de la predicación de Mackenzie rechazaba una nueva tarjeta de identidad nacional que se usará en Kenia. Esta incluirá datos personales codificados en un chip electrónico, lo que fue catalogado por el “pastor” como un “signo de la bestia”. Manifestaba que debían evitarla a toda costa.
Miembros de la secta desafiaron a Salema y sus hijos, pero su condición de esposa de un ayudante de Mackenzie, ayudó a que no la detuvieran. Tras caminar varios kilómetros, llegó a una carretera principal donde un “buen samaritano”, la trasladó a un lugar seguro.
Pero no todos corrieron la misma suerte. Sobrevivientes cuentan que un grupo de hombres armados persiguieron, golpearon y arrastraron de regreso al bosque a quienes también buscaban escapar.
Sospechas de que la secta sigue operando en Kenia
Mackenzie se entregó el 15 de abril. Negó haber ordenando a sus seguidores morir de hambre. Mientras, cada vez aumenta la cifra de cadáveres encontrados en el bosque.
La policía señaló que antes que el predicador se fuera, ordenó a sus ayudantes continuar con el ayuno masivo. En esa línea, se sospecha que algunos miembros siguen influyendo en los sobrevivientes.
Es más, Salema cuenta que algunos trabajadores de Mackenzie la buscaron una semana después de haber escapado. Le aconsejaron que volviera, sin amenazarla. Ella lo rechazó, pero sabe que no todos reciben el mismo trato.
No es todo. Salema prometió ayudar a una mamá que le pidió ayuda para huir de la secta con sus hijos y así, retornar a su pueblo natal. La mujer regresó al bosque a buscar a sus hijos, pero después de eso, no se volvió a saber de ella.