Un creciente escepticismo y múltiples cuestionamientos sobre sus efectos a largo plazo, han ido orientando las decisiones de algunos países como Suecia e Inglaterra, en torno a los bloqueadores de pubertad que se recetan a niños, niñas y adolescentes (NNA) que buscan iniciar su transición de género.
El bloqueador de pubertad que se utiliza, llamando triptorelina, está destinado a tratar síntomas asociados al cáncer de próstata avanzado, la endometriosis y la pubertad precoz. En los casos de disforia, se receta para “congelar” el desarrollo del paciente, de modo que luego decida si continúan el tratamiento hormonal. No obstante, ni la FDA de Estados Unidos, ni el Instituto de Salud Pública (ISP), reportan que este medicamento esté aprobado para ese uso específico.
Las altas cifras de niños diagnosticados con disforia de género llevaron a que el sistema público de salud (NHS) de Inglaterra, encargara a la pediatra independiente, Hilary Cass, un informe sobre el tema, el que se publicó en abril.
El documento de 388 páginas es lapidario y agudizó el debate en distintas partes del mundo, incluyendo a Chile. De acuerdo a Cass, los tratamientos en niños diagnosticados con disforia de género se aplican con evidencia poco sólida, con estudios de mala calidad y con efectos secundarios.
“La justificación de la supresión temprana de la pubertad sigue sin estar clara, y hay pruebas débiles sobre el impacto en la disforia de género y la salud mental o psicosocial. Se desconoce el efecto sobre el desarrollo cognitivo y psicosexual“, afirma la pediatra.
Pero hay otra dimensión que cruza este proceso, aún más compleja: la salud mental de niños, niñas y adolescentes, y las razones que podrían estar detrás de la intención de iniciar una transición, temas que deben ser atendidos de manera integral.
Según Cass, “para la mayoría de los jóvenes, una vía médica puede no ser la mejor manera de manejar su angustia relacionada con el género. Para aquellos jóvenes para quienes una vía médica está clínicamente indicada, no es suficiente brindarla sin abordar también problemas más amplios de salud mental y/o problemas psicosociales desafiante”.
Aquello supone una contraposición al llamado “enfoque trans afirmativo”, donde sólo el hecho de que un niño se sienta atrapado en un cuerpo equivocado, basta para que se inicie un tratamiento en esa línea.
El debate en Chile
En Chile, el Ministerio de Salud (Minsal) ha levantado distintas estrategias para la protección y atención de la comunidad LGBTIQA+, entre ellas, el Programa de Apoyo a la Identidad de Género (PAIG) “Crece con Orgullo”. En 2023, entraron 1.202 niños al programa, y para este año, se proyecta un ingreso de 2.940.
Asimismo, el documento de Recomendaciones para la Implementación del Programa de Acompañamiento para niños, niñas y adolescentes trans y género no conforme (2021) de la Subsecretaría de Salud Pública, plantea que entre los aspectos que los equipos de salud deben considerar para atender a NNA trans, que “los padres y madres no saben nada de esto y están muy confundidos, oriéntalos”, y que “no todo es biología, mucho es humanidad y sentido social”.
Ayer, el cientista político y magíster en filosofía, Daniel Mansuy, publicó una columna en El Mercurio titulada “Niños en peligro”, que recoge el debate a raíz del informe Cass. En el texto, Mansuy se pregunta “¿en qué medida es legítimo inducir cambios irreversibles en niños o adolescentes que, por definición, no pueden tomarle el peso a la decisión?”.
Mansuy señala que en Chile existe gran facilidad para estos tratamientos, que muchos de los profesionales vinculados al tema “recetan bloqueadores de pubertad con una facilidad pasmosa”, y acusa que en este proceso no prima la consideración por el bienestar del paciente, “sino el deseo de hacer avanzar una agenda ideológica carente de toda base científica”.
La columna de Mansuy fue recogida este jueves por la columnista Vanessa Kaiser, donde junto con el citado informe, señala que un documento del Centro Nacional de Información Biotecnológica, titulado “el riesgo de suicidio y autolesiones tras la cirugía de reafirmación de género”, detalla que “las personas que se sometieron a cirugía de reafirmación de género tienen un riesgo de intento de suicidio 12,12 veces mayor que las que no lo hicieron (3,47% frente a 0,29%)”.
En esa línea, llama a los expertos de Chile a pronunciarse sobre este tema, “antes de que la triste realidad de las víctimas de una teoría que está siendo cuestionada y desechada en defensa de la salud física y psíquica de las nuevas generaciones siga amenazando a los niños de nuestro país”.
Académicos acusan “uso tergiversado” de documentos
Por el contraste, los miembros del Equipo Proyecto T de la Universidad Diego Portales -programa nacido en 2002 que otorga atención psicológica y conserjería a personas trans, además de formación de pre y post grado en temáticas asociadas-, quienes expresan su “preocupación” por los cuestionamientos a las intervenciones afirmativas, médicas y psicosociales para personas trans y género no conforme.
“Sus conclusiones ignoran más de tres décadas de investigación y experiencia clínica, así como las pruebas que demuestran los beneficios de las intervenciones hormonales sobre la salud mental y la calidad de vida de quienes se someten a ellas”, plantean.
Los miembros del equipo cuestionan el “uso tergiversado” de trabajos de este tipo que “alimenta teorías conspirativas” en torno a que se estarían promoviendo ideas contagiosas en los jóvenes, llevándolos a tratamientos sin ninguna evaluación. “Si estas fueran ciertas, tendríamos una ola masiva de arrepentimientos; sin embargo, las tasas de retransición se han mantenido entre el 1% y 3%”, afirman.
Dicen además que este tipo de informes son insumos para individuos y grupos extremos en el mundo, “que no dudarán en usarlos con fines ideológicos y políticos, sin ninguna rigurosidad, reflexión, ética o miramiento moral“.
La carta está firmada por Claudio Martínez, Juliana Rodríguez, Valentina Vukusic, Constanza Gálvez, Martiza Bocic, Carolina Alonso, Christian Spuler y Macarena Vergara.
Fuente: Emol.com